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Este trabajo constituye una oportuna invocación a aquel magno esfuerzo que realizó el jurista cubano Francisco Carrera Jústiz, ante el Congreso de la república en defensa del derecho municipal, en 1903, como si tuviera la profética premonición de que nos iban a hacer falta hoy sus alegatos
“Un Anacronismo Colonial”
Las dimensiones de mi conciencia histórica, seguramente, fue lo que le impresionó de mí a la Jefa de Recursos Humanos de mi trabajo, cuando me vino a ver al portal de mi casa, para indagar por el estado de legalidad de los días que yo me había tomado por enfermedad, para decidirse, sin que yo se lo pidiera, para andar por las calles de mi barrio en la tarea de localizar al médico de mi zona, para lograr que me extendiera un certificado para poder pagarme aunque sea el sesenta por ciento de mi sueldo este mes, ya que por dejadez de mis gestiones ante las consabidas trabas burocráticas del “no” para todo que padecemos históricamente, sobre todo para aquello que habría que decir “sí”, necesariamente, no iba a cobrar nada. Con ese gesto ella rompió la cadena del bloqueo interno que nos hemos aplicado inmisericordemente los cubanos a nosotros mismos, al menos, municipalmente. El diálogo que se entabló entre ella, luego de haber estado hablando conmigo, y el joven galeno, fue una escena que me pareció onírica desde el punto de vista de un poder visible recuperado del municipio. Cuento esto maravillado porque por primera vez experimenté la fuerza del municipio.
Entendámonos. No es que yo desconozca la reasunción de poderes que está adquiriendo el municipio cubano últimamente. Lo que me extrañó fue que dos personas, una de las cuales, nunca había visto, el médico de mi comunidad, hubieran hecho valer dentro del municipio, una justicia que no fue posible fuera de él. Parece que la posibilidad de conversar con una representante de la administración laboral sobre la desconsideración que nos hacemos sentir mutuamente los cubanos, que yo pienso que no es gratuita, sino debido a que no hacemos nada para mejorar nuestra capacidad de evaluación de hombres y cosas, de cierto modo, nos devalúa la imagen de nosotros mismos; y ante la positiva respuesta de su conducta inmediata, me hizo pensar en eso que decía el Dr Francisco Carreras Justiz, en la Cámara de Representantes del Congreso de la República en 1903, en la Memoria que elevó este a aquel: “las autoridades municipales tienen la determinación de la política local, es decir, la fijación de la conducta que mejor convenga para que el Gobierno Municipal satisfaga en cada caso, la implantación de cuanto se considere conveniente a la prosperidad, bienestar, y mayor cultura posible de la sociedad local considerada en conjunto, o sea, la municipalidad”. [ “La Constitución de Cuba y el Problema Municipal” p 31, Dr. Francisco Carrera Jústiz, La Habana, Librería La Moderna Poesía, 1903 ] Y esa plasticidad de la evocación se debe a la mucha falta que nos hace vigorizar la mente de nuestros paisanos para que puedan ser más útiles en la participación social, y nos causemos menos daño en las relaciones interpersonales, porque muchas veces nos tratamos como animales por no tener satisfechas nuestras necesarias relaciones de vecindad.
Cuando el hombre despierta a la iluminación de los conceptos que en la vida social representan sus actitudes tóxicas, si está sano, se tiene que auto acusar de complicidad en la colaboración con la marcha contraproducente de los asuntos sociales.
Si el Gobierno logra que, a fuer de reactivar el papel de los municipios en la vida social del país, nominalmente, zozobre la idea clara y original de aquello que defendió Francisco Carrera Jústiz, a principios del siglo XX ante la Cámara de Representantes del Congreso de la República naciente, habrá logrado eso que se llama una victoria pírrica, pues nuestro Gobierno local sigue en manos de políticos profesionales que han pervertido su ejercicio.
En pleno siglo XXI, somos todavía una copia de las normativas municipales que existían en tiempos de la Colonia
Sí, porque si mal no recuerdo, el Presidente Díaz Canel dijo por televisión, ( 20 Marzo 2021 ) “que el país debía buscar una estructura adecuada del municipio para actuar adecuadamente con todos los factores económicos”, y que tal asunto iba a ser debatido en una próxima reunión partidista. Dudo mucho que la tal reunión resuelva el problema municipal cubano, que es de verdadera autonomía municipal, pues las ciudades con sus ayuntamientos deben acordar sobre todos los asuntos que conciernan exclusivamente al término municipal, atendiendo dentro de sus límites a todos los fines de la actividad humana, algo que ya teníamos resuelto, al decir de ese jurista en 1903, y hoy, paradójicamente, tenemos cada vez mayor injerencia de los gobernadores provinciales y del Presidente de la República sobre la inexistente política local autónoma.
Si solamente de esto se tratara pudiéramos decir: “menos mal”; pero se trata de algo peor y más grave. Los hoy “intendentes, homologados a los antiguos “alcaldes”, son los protagonistas de la más seria invasión y la más grande negativa de la libertad municipal. ¿Cómo es que antes, cuando éramos una República Mediatizada, tuviéramos un sistema municipal basado en la armonía y en la unidad orgánica de los barrios, porque el Estado cubano, en aquella época, “no perdía de vista la doctrina jurídica de que cada pueblo—según dice la Memoria de este eminente doctor—es un ser vivo, con personalidad propia, la que resulta de la suma de los seres reales y efectivos que lo componen” [ Ob. Cit. p. 28 FCJ ]; y hoy, que somos “libres e independientes”, vivimos sin ley que refleje el genio peculiar de su constitución interna? El hecho de que se le conceda permiso a unos cuantos pintores reconocidos para pintar los muros de las calles de su barrio, u para que organicen talleres de artes plásticas en su comunidad, o que a los escultores se les permita plantar extrañas obras posmodernas en lugares públicos muy céntricos, o también que se les dé un espacio a los trovadores en ciertas comunidades, no responde a un proyecto integral de desarrollo cultural. Bajo estos proyectos, la cultura sigue estando desamparada, porque se deja fuera de su organización a sus promotores naturales.
Quiero puntualizar más esta problemática: somos todavía, en pleno siglo XXI, en lo referente a la legislación municipal, que es el tema que nos ocupa, una copia de las normativas municipales que existían en nuestro país en tiempos de la Colonia, cuando en Cuba estaba vigente el atrasado sistema español de administración municipal de Real Decreto de 5 de Enero de 1884, y que a la larga va a tener que ser reemplazado, igual que sucedió con nuestras finanzas, que fueron saneadas por una nueva ley de reordenamiento monetario, ya que se mantiene todavía en nuestra Patria el espíritu del yugo aquella normativa colonial que repele de la gestión de los intereses públicos a los más íntegros y capaces de buena administración, en favor de otros que se rigen por una actividad más nacida del espíritu de adulación que de convicciones propias. El sistema colonial español quiso ver en los municipios solamente medios mecánicos de gobierno, a disposición del gobierno central, sin iniciativas propias, y con el fín de atraer al Centro el cuerpo social; y eso le ha parecido bien al carácter individualista de los revolucionarios cubanos, preocupados por mantener una unidad falsa en el país.
Esta supervivencia, más que desapercibida de la Colonia en la República, nos debería probar cuán profundamente enraizado tenemos un espíritu lacayo, capaz de salvar los abismos del tiempo para hacer prevalecer mezquinos motivos personales en detrimento de las mayorías, y cuyo mismo sello de irresponsabilidad se evidencia en que, aquella impronta política conque definió magistralmente Carrera Justiz el quehacer municipal de la colonia se podría aceptar sin ningún sobresalto, en la Cuba de hoy, 123 años después: “….aquellas bruscas alternativas que todo lo dan el día del triunfo, y todo lo niegan el día de la derrota” [ Ob. Cit. p 34 ]
Raúl Morín Suárez, 2 Abril 2021, 1:40 PM