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En este trabajo hago un breve recuento interpretativo del 8vo Congreso del PCC, respecto a las expectativas que nos deja, haciendo notar cierto cambio cualitativo en la proyección de algunos delegados, los cuales apuntan a un naciente cambio de opinión dentro de la Asamblea Nacional
¿Qué nos trajo el 8vo Congreso del PCC?
Amigo lector: ¿Ud. entiende lo que está pasando en el 8vo Congreso? Porque yo no lo entiendo. Algo extraño se está produciendo en las intervenciones, y por ende, en el material humano de nuestros delegados. Gladys Bejerano Portela, y muchas otras delegadas y delegados antes y después de ella han venido a decir de muchas formas lo mismo: que los Cuadros del Partido y de la Administración del Estado en muchas ocasiones no son consecuentes en sus acciones con lo que predican verbalmente; y en esa cuerda se ha desenvuelto buena parte del Congreso, son muchos los delegados que han manifestado esa preocupación. La idea central del Congreso yo diría que gira alrededor de esa tónica de la no compaginación de los Cuadros revolucionarios entre retórica y acción. Incluso una delegada sintetizó temblorosamente un requisito imprescindible para que los dirigentes partidistas fueran verdaderamente consecuentes con sus designios: “tener buen corazón”.
Por otra parte, estoy oyendo en la radio también preocupaciones complementarias de los conductores de programas, como aquel que dijo “que no sabía cómo encajar la insolidaridad que muestra el cubano en todos sus asuntos cotidianos” Quiso decir, sin duda, que es difícil contextualizar, poner en relación esos desentendimientos del hombre actual cubano con un sufrimiento que le debería interesar y que no le importa en lo más mínimo. Me imagino que es difícil para un locutor radial explicar esas incalificables cosas que están sucediendo. No la explicaron tampoco los delegados, que se limitaron solo a señalar el desfasaje entre Revolución, como contenidos proclamatorios, y los hechos de la Revolución vistos a través de la práctica de sus dirigentes. “Se aprueban compañeros que no son dignos de conducir los destinos de nuestra Revolución”—dijo otra Delegada.
Incluso el Presidente Díaz Canel cuando definió magníficamente el ideal de Cuadro Revolucionario, expresó claramente una idea que es violada diariamente por los Cuadros de la Revolución a todos los niveles, y es la transparencia del diálogo con los subordinados. Confieso que oir declaraciones tan contradictorias con la vida real que acontece en Cuba, me deprimió mucho, porque me empecé a hacer, de nuevo, por enésima vez, una pregunta que no soy capaz de responderme: ¿Es que se están haciendo los buenos, actores públicos que a conciencia saben que están engañando, o habían delegados honrados que hablaban de buena fe, indignados por la situación de doble moral que está viviendo el país? ¿Estamos ante un fenómeno colectivo de autoficción.? Los abusos ya están hartos de “canales correspondientes”; hay que inventar otros más expeditos; y yo me inclino a pensar lo mismo que Tania Bruguera cuando dijo que “La Nueva Cuba ya existe a pesar de ellos”, y añado yo: aun dentro de la misma Asamblea Nacional ya tenemos algunos ejemplares de ella.
Lo digo porque la conquista de la plenitud del lenguaje tiene que ver con un desarrollo político armonioso, y algunos delegados delegadas dieron pruebas de estar vistiendo su lenguaje de vistosas galas. Ciertas decisiones léxicas empleadas en los discursos, sobre todo de algunas mujeres, técnicas de nombrado, representaciones lingüísticas preléxicas, y operaciones que tienen que ver con el procesamiento de la forma, más que con el significado, fueron cosas subyacentes a la lectura de palabras, y por tanto fueron dichas desde la perspectiva de procesos mentales subyacentes perfectamente identificables. Lástima que no pueda reproducirlos porque el Gobierno se cuida de no repetir esos materiales ya que son joyas para el tratamiento psicolingüístico del mensaje.
De sobra saben los más altos dirigentes institucionales de este país que no quieren diálogo abierto con sus subordinados, ni lo van a promover tampoco después del 8vo Congreso, y que no va a pasar nada porque eso se va a quedar así porque es ese el mayor credo fidelista que legó el Padre de la Revolución cubana a la continuidad de ese proceso. El futuro se va a proyectar sobre el rechazo drástico a esa idea. Esa frase: El tal jefe “fue bastante crítico”, conque el subordinado evalúa la ejecutoria de un Alto Mando, ya está canonizada.
Díaz Canel expresó una idea que es violada diariamente por los Cuadros de la Revolución
Hay una realidad que no se puede borrar con ninguna goma política falsa, y es que la experiencia traumática que procura ser borrada aparece de manera sintomática, y esos síntomas evidencian un espacio vacío que habrá que llenar tarde o temprano, pues el síntoma es algo insufrible tanto para el ente individual como colectivo. “El trauma es—como nos dice Hugo Vezzeti—una herida profunda al ideal fundacional de cualquier comunidad humana” [Citado por la profesora venezolana Carolina Ramírez en su trabajo “Trauma, Memoria y Olvido en un espacio ficcional” p. 3 Carolina Ramírez Álvarez, en Revista Atenea; Mayo 2008 ]
Mediante esa forma ficcional de no elogiar precisamente aquello que es criticable, se trata de eludir la experiencia singular de la descomposición del yo, los escorzos del yo frente a la realidad, para no atacar la biorreferencialidad de los procesos selectivos de Cuadros, que tienen que ver con la biopolítica, y no con la preparación ideólogica del hombre, en la cual el sistema puede equivocar la elección de un sujeto de color, pero no equivoca nunca la condición humana que precisa el cargo para responder a una extrema centralización. Cuando la charranada que hace el jefe es tan grande que se ve a la legua su inapropiada elección, le echan la culpa a problemas de no haber estado madura su preparación.
Esos discursos están muy lejos de funcionar como alivios, aunque oímos algunos entre los delegados de fidedigna esperanza de emancipación. Todavía el fin de ese Congreso es ahogar cualquier voz heterogénea. Aquí hay una reflexión crítica, pero se sigue negando la gravedad de los acontecimientos. Para decir que estamos en presencia de un fenómeno de autoficción, me baso en esta definición que nos da de ella el investigador José Manuel González Álvarez en su artículo: “El Trauma Centrífugo”, donde dice: “Concebimos la autoficción como un momento de pliegue narrativo en que el yo irrumpe para generar un efecto, iluminar alguna zona de la realidad invocada, o servir a ciertos cometidos como el de la memoria del daño infligido y su procesamiento.”
Lo único que, como dije antes, en este caso no ha habido ningún reconocimiento del daño infligido al pueblo, sino solo una crítica a la ineficiencia de ellos mismos, se ha extirpado quirúrgicamente del exámen el dolor causado al pueblo. No oí una sola descripción de prejuicios causados por esas malas gestiones del poder. ¿Es que ese dato no significa nada? No, para ellos no. Esto invita a los “rectificadores” a no apartarse de un ejercicio de reconstrucción de sus mandatos diferente al propuesto por el aparato unificador del Estado. El propio Raúl Castro, en ese Congreso, en sus palabras de apertura, dijo “que hay límites que no podemos traspasar, porque las consecuencias serían irreversibles”. El mismo sabe que eso es pura retórica, porque los límites están traspasados ya hace rato, y que la Revolución se sostiene hoy por la violencia más desembozada. Sin embargo, en sesenta y dos años que lleva la Revolución en el poder, nadie se ha detenido a considerar esos límites desde posiciones oficialistas, por lo tanto, para ellos no existen. Tal vez la explicación de esa carencia de análisis partidista haya que buscarla—no tanto en la mala voluntad, con ser este un factor muy poderoso, y muy posible—como en el hecho de que esos límites son dejados de lado en tiempos en los cuales no tiene auge visible lo simbólico, que es cuando el registro imaginario permite anudar a los otros dos, produciendo consistencia humana. Sin esto el ser no puede alcanzar gran valor para el deseo. El análisis de esos límites es tributario de la identificación de imaginarios, algo que el PCC, ignora desenfadadamente. Pero debería saber que dicho análisis responde a la perplejidad de los contextos, y que estos no han hecho mas que venir agudizando una situación que Cintio Vitier venía denunciando desde antes del Triunfo Revolucionario de 1959, y es la “extrañeza de estar” Con razón decía Vitier en el ensayo de ese nombre en 1944: “después de lo raro, la extrañeza”, con lo cual pone en la picota de aquella época y de esta una extrañeza que se refiere al distanciamiento entre palabra y realidad. Donde “lo raro”, señala a hombres ocupando puestos que no están a su altura humana, tiene que producirse ese distanciamiento en cuestión.
Si por “lo raro”, se entiende al hombre brillante relegado a posiciones semejantes a la de un Borges al frente de una Granja de Pollos, tenemos entonces un espacio de muerte que se comunica a toda la sociedad . Sigue la Revolución divorciada del hombre real y de sus experiencias vivenciales, y eso no hay quien se lo haga entender a ella. Eso es lo que nos ha enseñado este 8vo. Congreso.
Raúl Morín Suárez, 19 Abril 2021, 3:41 P.M