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11/09/2023

En este escrito me refiero al muy poco estudiado concepto sobre la "vagancia mental" que se ha vuelto tan conflictivo para los intereses de la razón subjetiva, y consta en las preocupaciones teoricas del Círculo de Frankfurt

                                                      “La Vagancia y el Círculo de Frankfurt”

Mi admiración por el “Círculo de Frankfurt”, tiene un pedestal muy firme, y es infinita. Posiblemente sea el Círculo de Filósofos que más tesonera y mancomunadamente trabajaron por redimir al hombre, tanto de las supercherías del capitalismo, como las del socialismo. El vértigo a que están sometidos los sentimientos más cordiales del hombre en este momento histórico tan crítico de la humanidad, debe remitirse forzosamente para su cura a las páginas inmortales de Max Horkheimer, Herbert Marcuse, y Theodor W. Adorno. Si en algo ellos fueron previsores, fue en percibir las tendencias de comportamiento “que han conducido a la mayor catástrofe de la historia…que debe  atribuirse a profundas modificaciones en el carácter del hombre bajo el influjo de tendencias de desarrollo internacionales.” [ M. Horkheimer: “Crítica de la Razón Instrumental.”, p. 97 Segunda Edición, Editorial Sur, Colección Estudios Alemanes, Argentina, 1973]

A la luz de las advertencias tan desastrosamente cumplidas por el tiempo que anunciaron, es sorprendente la vehemencia conque acariciaron la posibilidad de que el género humano no fuera tan cazurro como para no salvarse de una muerte tan minuciosamente detallada, y tan paternalmente conjurada.: “La presión insoportable que crece sobre el individuo, no es fatal, ”—opinaba Horkheimer. [ M. H.: Ob. Cit. p. 97 ] Él acariciaba esa esperanza porque su época todavía no negaba de plano que los recursos culturales eran suficientes para alcanzar el entendimiento entre individuos; porque tampoco sucedía que el amor hubiera retirado sus expresiones de admonición al desacato sentimentalista de la rectitud de las conductas familiares, que no atendían entonces tan impunemente a los remilgos del dinero. Esta expresión suya lo confirma: “La premisa fundamental de nuestra exposición consiste en suponer que una conciencia filosófica de tales procesos puede ayudar a modificar el rumbo de estos.” [ M. H. : Ob. Cit. p. 98 ]

Hoy la resistencia profundamente humana contra la irracionalidad, está vencida por fuerzas neo-fascistas que sembraron en los cimientos de la sociedad el suceso del paso infranqueable al desarrollo del logos; ofendiéndolo con la transformación del pensamiento en una suerte de hipocresía que borra la culpa de la expulsión del grupo a los merecedores por excelencia de su hospitalidad.

Si en aquella época, hace 82 años, Horkheimer albergaba la esperanza de que, gracias al trabajo de su equipo, y de la filosofía en general, “aquellos procesos económicos y culturales que causan la destrucción de la individualidad, ” [ M. H.: Ob. Cit. p. 97 ] no llegaran a alcanzar su meta; porque “esos signos [ entonces ] eran bastante débiles, ” ya hoy no se puede decir, desgraciadamente, lo mismo, porque la filosofía es el “muerto” menos insigne del Panteón de la Modernidad.

Por su parte, H. Marcuse, enfiló buena parte de su crítica a refutar la manida creencia de que “la moralidad del trabajo lo cubre todo, ” [ Herbert Marcuse: “Eros y Civilización”, p. 88 Editorial Sarpe, S. A. Madrid, 1983 ] sancionando severamente ese principio de realidad represivo que tiene ese comodín moderno mediante el cual “la racionalidad tecnológica establece el modelo de conducta para la actuación productiva;” [ H. Marcuse: Ob. Cit. p. 89 ] ya que tal modo de satisfacer el deseo de vivir en la abundancia, “no puede estabilizar su energía al servicio de Eros, ”—como dijo el afamado pensador alemán. [ H. M. : Ob. Cit. p. 90 ] La ambición más petulante que pueda tener cualquier inteligencia, por ilustre que sea, es la presunción de pensar que puede oponer alguna claridad convincente, --bajo tales presupuestos de talificación--, al misterio de la indiferencia cubana ante el éxito de la calamidad social por todas partes, porque dicha calamidad no se identifica de ningún modo con la inteligencia; e impide cualquier conato de identificación con ella por la fuerza de lo material. Por eso me gusta pensar la obra de Marcuse como una hazaña de batimiento coheteril contra la barrera del Complejo de Edipo que defiende de la comprensión a la “Crítica de la Razón Instrumental.” En efecto, a partir de Marcuse, se puede entender plenamente a Horkheimer. Sin el desenmascaramiento de Freud que realiza Marcuse no podemos explicarnos el miedo que produce en el carisma edipiano, el fantasma de la vagancia. La vagancia es una actitud mental, antes que una práctica referida al trabajo; porque mientras la última afecta sólo a la persona del vago, la primera afecta más, muchísimo más, a toda la comunidad de personas en que se desenvuelve ese grosero modo mental de sustraerse al trabajo. Y  no es arbitrario el calificativo de “grosero”; pues esta forma específica está muy bien gobernada por el inconsciente, que administra el mecanismo de rechazo y renegación que caracteriza a la psicosis.

Es tan actual el conflicto entre “vagancia” y trabajo en Cuba, que ambos están estrechados en un tal nudo de combate, de cuyo resultado se espera resolución a muy largo plazo. Y es por “la incompatibilidad de la acumulación originaria del capital con esos impulsos del trabajo que sean otros que aquellos a los que le ha dado forma un principio de realidad represivo.” [ H. M.: Ob. Cit. p. 89 ] La clase dominante cubana, y su larga pléyade de subalternos, institucionales y no institucionales, ni siquiera ha empezado a reconciliarse con las aspiraciones no represivas de los trabajos que ofrecen un alto grado de satisfacción libidinal;--algunos dicen que eso no es “trabajo”---precisamente porque parecen salir de una constelación instintiva no reprimida que ensancha el círculo de interés humanístico de sus objetos. Una de esas estampas del conflicto es la que nos proponemos reflejar, donde el vago mental, con todo el poder de su avituallamiento escénico, nos permite ver, en una muestra comprimida de su enojo, la poca capacidad de tolerancia de que dispone frente a la espera de respuesta a esta pregunta.

La cuestión iba de que había un sujeto que no le gustaba ni escribir, ni leer, ni hablar mucho con cualquiera presentar críticas de cualquier índole a su conducta. Sin embargo, ocultaba todas estas debilidades bajo un exterior amable, pero siempre listo a cortar conversaciones cuestionadoras por lo sano. Y ante una de esas cuestiones que planteaba que el ahorro de escritura sustituyéndola por mensajes de voz en What´s App, significaba “una declaración de vagancia manifiesta”, exclama:

La Vagancia es una actitud mental antes que una práctica referida al trabajo

 “¿Me llamas vago a mí.?, Jí, jí.!”

  “Con todas sus letras. Y le añadiría más, si el contenido de su designación no fuera tan insultante. Para un entendimiento corriente, es claro que tu no eres vago. Pero el ser humano está formado de tres personas, o entidades psíquicas, y las tres dominan al Yo, ”—responde el interlocutor hipotético.

Claro que el destinatario de tal mensaje, no podía saber de qué se trataba. La cuestión es saber si ese personaje es digno de esa explicación, porque todo hombre de mérito necesita saber que tanto el Inconsciente, el Subconsciente, y el Ello, juegan con las debilidades personales del yo para llevarlo como una cabalgadura, a lugares a donde no quisiera ir. “Ser digno”, en lenguaje filosófico significa dar una palabra de pase simpática a la razón para que pueda realizar la única racionalidad que le es permitida: “la reflexión sobre la enfermedad del mundo tal como la produce,   y la reproduce el hombre.” [ M. Horkheimer: Ob. Cit. p. 107 ] ¿Y si ese mérito es espúrio.?  En tal caso, ninguna explicación serviría de nada. Pero tendríamos que considerar seriamente esto que nos dice Adorno: “Pero en cuanto mero ente, no puede ser castigado con el desprecio porque entonces llevaría a cabo sus diabluras sin estorbo desde fuera.” [ Th. W. Adorno: “Dialéctica Negativa.”, p. 102 Ediciones AKAL, S.A., Barcelona 2005 ]. Adorno nos ha prevenido mucho que hay que tener cuidado con esto, porque hasta ahora el sujeto social total no se ha realizado; por lo que “la representación del ser como una entidad a cuya determinación cogitativa faltaría inevitablemente lo pensado, por el hecho de que lo descompone, y por tanto, según el habla política correspondiente, lo desagrega, desemboca en un hermetismo, ” [ Th. W. Adorno: Ob. Cit. p. 102 ] que no podría añadir nuevos motivos, mucho menos a un individuo domado por una sociedad estatizada; que no puede aceptar, bajo ningún concepto, lo que significa para el ente tener que admitir el carácter óntico de su pretensión ontológica; porque ello sería igual a admitir que lo más general como cualidad de una noción sobre algún objeto, o materia, les interesa más, --de acuerdo a su prioridad lógica--, que las nociones derivadas de las afinidades ocultas de las cosas; porque estas afinidades ocultas no están en pie de igualdad con la esencia de la naturaleza. Pero además, significa aceptar que el ego está cometiendo el fraude de atribuirse una personalidad centrada en verdades que no han sido creadas a imagen y semejanza del hombre, o en “principios que el hombre descubre en sí mismo mediante la meditación” [ M. H. : Ob. Cit. p.109 ]; y que como tal, no son posiciones conquistadas a fuerza de su propia sensibilidad; posibilidad que se ha convertido en la fantasía más inalcanzable de la libertad, porque ni siquiera, a nivel de círculo familiar, cuando aparecen los “ídolos económicos” que encuentran la manera más sutil de sojuzgar al ser humano llevando hasta sus últimas consecuencias su política de efectos depresivos en la autoestima de los recursos humanos valiosos por la osadía de estos de confrontar a “cara descubierta”, la actitud de vagancia mental;-- ni siquiera en estos términos, digo, -- la culpa halla modo de remitir a la conciencia a hechos de un sentido distinto a su propio testimonio, pues la egolatría le impide reconocer que hay otra realidad más alta, más objetiva que aquella a que los reduce tendencialmente el móvil del Poder. Revelemos el corazón cerrado del sujeto ante lo que esto quiere decir, para que el milagro de la contingencia alguna vez ponga la razón en su lugar, demostrando que la vagancia mental es un instrumento más de los tantos modos de encubrir una explotación, con disfraz de un asunto doméstico sin importancia, basado en una facticidad que aunque difícilmente puede ser desmentida, emanaría de la participación parasitaria del ente en el ser, ya que están indisolublemente unidos. Aquí Adorno nos llama la atención sobre un hecho humano singular que tiene la mayor importancia, y es la posibilidad de que la conciencia se pueda volver, de pronto, sensible a las preguntas metafísicas, y pueda transformar eso negativo, y ese sujeto pueda ser sensible a esta respuesta, y llegue a corregir sus procederes brutos; porque según él, “de ninguna manera coinciden el significado universal de la cópula “es”, constante marca gramatical de la síntesis del juicio, con el significado específico que el “es” cobra en cada juicio.” [ Th. W. Adorno: Ob. Cit. p. 103 ] En honor a la amistad se debe creer en la distinción entre la categoría y el contenido del juicio existencial. Respetemos la resonancia de la palabra “ser” que nos aporta Adorno: la no independencia de sus formas.

Con razón decía Horkheimer que “sería un error suponer que podríamos descubrir el significado esencial de una palabra preguntando simplemente por él a los hombres que la usan. En la Era de la Razón Formalizada hasta las masas contribuyen a la desintegración de nociones e ideas.” [ M. Horkheimer: Ob. Cit. p. 101 ] Estos desconocimientos embrutecen tanto que hacen suponer al ego que “vive cristianamente”; cuando en realidad experimenta su ser como una provocación. Digamos que esta es la idea central del libro de Marcuse, “Eros y Civilización.” El modo de sentir egoísta relacionado con el trabajo, --tema capital en Marcuse--, descansa sobre esa función socializadora del atraso que significa hacerle la guerra a la distinción entre las vicisitudes biológicas, y las vicisitudes socio-históricas de los instintos primarios que rigen el principio de actuación. Está clarísimo que los límites biológicos que impiden el entendimiento de alto impacto en la cultura, se transforman en el tipo de régimen socialista que hemos conocido hasta ahora, en un arma activa de segregación humana, allí donde al hombre común le es permitido el libertinaje de imponerse social, política y culturalmente sobre el hombre dedicado constantemente a su mejoramiento humano. Por ello las vicisitudes socio-históricas no significan problema alguno para aquellos sistemas de representaciones colectivas que suponen el fenómeno de las similitudes de millones de hombres, que en ese gregario estado son más fáciles de conducir como ganado por monteros en las sabanas.

Esa incapacidad biológica de ciertos tipos humanos para los altos rendimientos en la esfera del conocimiento, es factible de manipularse políticamente como “desprecio que sirve de base a muchas formas de pensamiento semi-ilustrado”; [ M. Horkheimer: Ob. Cit. p. 103 ] y el factor invisible de esa manipulación política está en esa palabra “desprecio”, ya que se refiere al sometimiento del ser a un régimen de vida que lo enseña “a depender de un tratamiento más o menos benévolo”; [ M. H.: Ob. Cit. p. 103 ] es decir, transigente con las extra-limitaciones de los actores sociales, --como lo sugiere sabiamente Horkheimer--, que persigue el fin oculto de asegurar al sujeto que su condición humana es naturaleza y nada más que naturaleza, donde está bien localizado el elemento pasivo destinado, no solo a aceptarlo todo del abuso de las manifestaciones de fuerza de la naturaleza; sino como nos indica más precisamente Adorno: que el hecho de que el ser se muestre tal como es, también es aceptado pasivamente por el sujeto, porque “en el recinto sacro del ser, esto óntico se despoja al mismo tiempo de toda contingencia, que antaño permitió su crítica.” [ Th. W. Adorno: Ob. Cit. p. 101 ]

Contemplemos ahora un caso en que los efectos aparentemente inocuos de la cultura de masas, infiltran sus gérmenes en la primitiva objetivación del mundo; el mundo calculadoramente contemplado como presa, causando la enfermedad de la razón. Un tópico tan aleccionado por los medios cubanos de difusión, como los modos de acceso al doctorado universitario, donde la nueva estrategia catedralicia orientó quitarle los obstáculos del camino a los aspirantes, --como la condición de estar circunscritos previamente a una labor magisterial, para darle preeminencia a la importancia de la labor investigativa--; con el fin de tener “profesionales que respondan a las necesidades de desarrollo del país, en primer lugar”, todavía se tropieza con la fábula de “proyecto investigativo de grupo”, como un vejamen oscuro al papel de la individualidad; como si en última instancia importara poco el verdadero objeto social que persigue el trabajo investigativo de corte humanista, en atención a los límites que pudiera traspasar. ¿No trasluce esa apariencia de desvelo por el progreso social, el mismo acto sedicioso que tramó en la sombra contra el orden revolucionario de 1789, Fouché, al silenciar a Robespierre en la Convención, sellando para siempre el triunfo contrarrevolucionario de toda revolución, porque este silencio obligatorio de la verdad, fue considerado una virtud por la Revolución Francesa.? Esto entra dentro de la clasificación de doctrinas represivas que son consideradas como panaceas en el campo de la razón subjetiva.

Otra cosa. Estamos de acuerdo en su totalidad con el discurso que el Presidente de Colombia, Gustavo Petro, pronunció en la Cumbre Mexicano-Colombiana en Bogotá, el 9 de Septiembre de este año, en el que planteó una novedosa forma de acabar con el flagelo del narcotráfico, y el del consumo de estupefacientes que está diezmando la humanidad, patrocinando todas las formas activas del amor; porque según él, “la ruptura de los circuitos locales del amor crea la soledad en el interior de las sociedades latinoamericanas; y este desahucio anímico interior es el que induce al hombre a servirse de las formas auto-destructivas de la drogadicción.” Pero en Cuba hay otra realidad sociológica que redirecciona el imposible empleo del amor en objetos capaces de retroalimentar  la vida, porque esta frustración se cobra sus vacíos cargándoselos a la ideología del sistema de justicia social que la alimenta. Porque la patraña ideológica de tener que consentir socialmente las malacrianzas de los que eran originalmente pobres, vicia todas las oportunidades de dominación inter-personal convirtiendo el país en un caos; y este es el más ciego baldón que lleva a cuestas la vida profana: la depauperación morbosa del carácter que obliga a adular la precaria calidad del objeto en que el amor se cifra, celebrando su peor designio: cerrar las puertas de los circuitos locales de la participación en la confianza que da el comercio de ideas, a los que ya tenían cerradas esas puertas en la vida pública.

No se puede subestimar las catastróficas consecuencias que trae la desarmonía, por ser menos perceptible como trastorno social, de enrarecer la concurrencia familiar alrededor de sus puntos numinosos, cuando estos rompen la barrera que pone la división social del trabajo; ya que ese conflicto no tuviera arrastre alguno si no se produjera entre individuos influyentes en la familia, por contar con el apoyo moral de figuras paternales, y quienes arrojan luz sobre el problema de la vagancia como actitud mental, porque a la vez están haciendo caminos para enseñar a saber aquilatar la calidad de las cosas cuya apariencia incitan. Y ese es el punto nodal que el socialismo deja sin construir: la disciplina del amor. Por eso nosotros llegamos a la misma conclusión que llegó el Presidente de Colombia en esa misma ocasión: “El Socialismo no se puede construir desde el Estado.” (Porque tupe las arterias de la producción.)

Pero el Presidente Petro ha empezado una lucha contra la que se pueden revirar sus propios amigos; y la puede perder si no muestra más honestidad de la que ha exhibido hasta ahora, que es compatible con la de un economista como él; pero que no es suficiente para un político como él, que si sigue afirmando lo que dijo en esa ocasión: “Que en América Latina hemos tenido presidentes narcotraficantes en las dos ideologías”, le va a hacer falta elevarse hasta el “Círculo de Frankfurt”…..

Creían ellos todavía que los recursos culturales eran suficientes para alcanzar el entendimiento entre individuos

Raúl Morín Suárez, 10 Sept. 2023, 7:20 P. M.

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