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Hago aquí una breve consideración acerca de los absurdos homenajes revolucionarios a trayectorias individuales a las que se dispensa un exagerado reconocimiento en nombre de un compromiso ideológico que en vida realmente no tuvieron
Una mirada de soslayo a Asela de los Santos Tamayo”
Hace poco un colega mío que había leído mi artículo en internet sobre la apreciación de la personalidad del Presidente Díaz Canel, celebró mi acierto indicando con íntimo regocijo la feliz providencia de haber planteado la relación entre dos actitudes metafísicas insospechablemente semejantes entre Maurice Merleau Ponty y el Presidente cubano ; porque para él también tenía sentido esa comparación, y era, según él “más que necesario establecerla”, pues se hace fácilmente visible entre los dos fenómenos comparados cómo el mundo, tanto de uno como del otro, no es “en sí” o materia, sino mero capricho de la mirada a través del cuerpo:
“Efectivamente, Raúl—me dijo--, la visión tomando como punto de partida el cuerpo, no puede ser sostenida en el saber, y menos en su proyecto de construir desde allí un mundo inequívoco. Lo visible no puede, por definición, ser pensado como verdadero. El cuerpo objetivo no es la verdad”.
Mi amigo me regalaba el oído, prodigándome loas y elogios sobre mi servicio a la historia de la cultura cubana—“cosa que ya nadie te puede quitar”--; pero me objetó, sin embargo, que todavía a su parecer no había tocado bien el corazón del problema que para él consistía no sólo en la degradación de la realidad, sino en hacer de esa ruina el elogio más superlativo, y ese misterioso ludibrio que reina en toda Cuba de que quien defiende la concepción antitética de la realidad y la pervertida manera de ver las cosas, más acreedor se hace de los mayores merecimientos. ¿Cómo tú lo explicas?
--“La perplejidad que tu y yo sentimos ante el cambio de nombre de las cosas, --respondí—en el hombre común desaparece por la transformación de los valores en sus contrarios, y no hay nada más idóneo para operar esa transformación que la contemplación del mundo a través de la conveniencia del cuerpo propio, por eso es que tú ves modestos servicios desmesuradamente exagerados para recompensar la falsedad, traiciones celebradas como hazañas, y lo que debería ser una simple nota necrológica en el obituario de algún periódico se convierte en honras fúnebres a nivel nacional, el principio pacífico de política internacional de no intervención en los asuntos internos de otro Estado, se trueca en complicidad con los abusos de los gobernantes con sus pueblos mediante la no transparencia de las relaciones políticas entre los Gobiernos, cosas estas que constituyen ingredientes necesarios a la formación de mitos”.
--Hablabas de óbitos, ¿te refieres a la muerte reciente de Asela de los Santos Tamayo, la esposa del también difunto General de División José Ramón Fernández Álvarez.?
--No exactamente. No la conocí. Llevaba una vida muy oscura, y como revolucionaria se hacía sentir solo en las esferas más altas del Poder. Es todo lo que te puedo decir.
--Yo sí te puedo decir algo de ella. Su sombra tutelar me rozó en una temprana etapa de mi vida. Era la Directora de Educación de las Escuelas Militares Camilo Cienfuegos a nivel nacional, precisamente en la etapa más ardua de sus primeros años de fundación. La ví atravesar el inmenso polígono de la Escuela Camilo Cienfuegos de Baracoa, en La Habana; el hangar de la otrora Base de la Fuerza Aérea batistiana, acompañada de la comitiva de jefes y maestros de la escuela, en son de puro paseo, sin quererse enterar propiamente de nada, muy desapercibida de todo lo que se vivía allí, donde tenía lugar la réplica más o menos parecida de lo que contaba Mario Vargas Llosa en su famosa novela “La Ciudad y los Perros” sobre la Academia de Cadetes del Perú. En “los Camilitos” se enfrentaron los representantes de lo mejor de la clase media habanera con una copia al calco de lo peor del infra-proletariado de todo el país, donde salieron muy mal parados los primeros, que en la mayoría de los casos no contaban ni con la simpatía de los mandos. Yo no sé de quién fue la culpa de que sucedieran tan crueles tragedias propias de ambientes presidiarios en un plantel que tenía entonces la reputación de ser el espejo de la docencia revolucionaria, la escuela forjadora por excelencia del Hombre del Mañana, donde los padres entregaban con los ojos cerrados a sus hijos, y allí se deformaron de por vida. Esa enseñanza fracasó porque no tuvo el apoyo de profesionales de la educación que comprendieran el carácter histórico de los complejos y arquetipos sociales que influyen en la vida del hombre, y, ni que decir, tampoco se percataron de que la escuela parecía hecha exprofeso para que casi todos los complejos del hombre encontraran allí relaciones orgánicas pues se les facilitaba el reemplazo de su insuficiencia vital a través regulación de funciones sociales, constituyéndose en jefes que permitían también la formación de otros subgrupos que se encargaban de regular también las disfunciones sociales, cosa generalmente tolerada en un medio donde no era menester poner de relieve los caracteres humanos en una época de debilitamiento institucional.
Por eso tu ves modestos servicios desmesuradamente exagerados, para recompensar la falsedad
--Oye, yo no estuve en esa escuela, pero tuve noticias del desastre humano que significó para muchos de sus alumnos por la vida que llevaron a consecuencia de los traumas allí adquiridos. He oído relatos tenebrosos de la vida en sus cuarteles que desafía cualquier fortaleza mental, y he conocido personas fuertemente marcadas por esos contenidos psíquicos. La experiencia de jefes militares metidos a educadores a la fuerza, le costó cara a la Revolución, y más caro aun a la sociedad, porque aquellos militares no supieron cómo educar a sus pupilos adolescentes, a quienes deformaron con sus propias estupideces en lugar de hacerlos hombres de bien; porque hay que decirlo así, en muchos casos trasmitieron sus prototipos culturales a sus alumnos, subordinados a ellos como militares también.
--¿Tu crees que si fuera realmente tan valiosa como dice el panegírico póstumo a esa homenajeada, hubiera permitido esa situación tan caótica que iba a traer consecuencias tan funestas al futuro de la sociedad? ¿De quién fue la culpa de que sucedieran tantas atrocidades impunes en esa escuela? ¿Del Jefe de la D. E. A, que también visitaba a menudo esa escuela, con su especial uniforme verde olivo de Comandante, de Nelson Martínez Amador, el silencioso Director de la Escuela, o de ella.?
--Yo no dudo que tu tengas razón en pensar que si quería salvar a “los Camilitos”, esa señora debió poner sus pies revolucionarios en el fango revolucionario, algo que los que estaban en condiciones de hacerlo no lo querían hacer; vivían muy cómodamente y muy tranquilamente, y no querían poner en riesgo esas comodidades por los hijos de otros. Pero creo que le estas pidiendo mucho a Asela de los Santos cuando le dices que se debía de haber anticipado a las consecuencias clínicas de la declinación social de la imagen paterna, y del malestar social subsecuente, que a ella no tocó ni con el pétalo de una flor. En Cuba entonces no se conocían esos aportes de Lacán a la psiquiatría, ni se podía imaginar que el gran mal de esa enorme masa de muchachos diabólicamente indisciplinados, neuróticos, y locos morales, padecían esencialmente eso que llama Lacán “el abandono de la nostalgia por la imago de la madre no sublimada”, es decir que no se ocupaba de otra cosa que no fuera subvenir a sus necesidades biológicas y materiales.
--Vamos a disculparles a nuestros científicos que no quisieran saber de Lacán porque era un enemigo del socialismo, ya que conocía demasiado sus problemas; pero Lacán bebió en George Politzer, que era un filósofo de izquierda fusilado por los invasores nazis en París, para construir una filosofía basada en el drama de la familia; ¿por qué entonces no se apegaron a las lecciones del pensador húngaro que luchó por rescatar la psicología del plano que él llamaba la mitología, es decir, de todas esas condiciones existenciales que tu enumerabas al principio como idóneas para la formación de mitos? Yo te respondo: Sencillamente porque eran más materialistas, más egoístas, y esclavos de las comodidades que los propios reaccionarios de derecha. Si no te basta esta explicación, te cuento la última tragedia que sucedió en la Escuela Militar Camilo Cienfuegos del Cotorro, en Ciudad de la Habana, después que hubo que disolver la Escuela de Baracoa por problemas de indisciplinas que pasaron a mayores, y no te cuento. Fue el caso del Mayor Pascual Angulo, director de esa escuela, que se suicidó a consecuencia del complejo de posesión de riquezas que le causó ese ambiente de competencias por el Poder y la Belleza que se respiraba en el plantel, donde sus alumnos se creían que tenían el grado militar de sus padres, y llegaban a la escuela manejando en sus carros particulares, haciendo gala de su poder material ante sus ojos desatentados de soportes de juicio más firmes.
No quiso demorarme más el “teque”, pero como hombre de estudio no pudo sustraerse a hacerme esta última pregunta: ¿De veras tú crees que proyectando la filosofía sobre la política como sobre una pantalla—como lo has hecho hasta ahora—vas a poder abrir los corazones cerrados como un puño, de este pueblo de almas vacías?
Levanté las cejas sorprendido por la sagacidad de la pregunta, medité unos minutos, y me sorprendí a mí mismo diciéndole:
--La forma más expedita de dejar indefenso al futuro es ayunándolo de filosofía. Antes de poner en su lugar a la sociedad, hay que poner en su lugar a la cultura. La cultura ha sido objeto de excesivos caprichos personales, y al ser rehén de falacias ha convertido a los hombres en falacias, y por eso la secuestran porque tiene el poder de destruir confundiendo, o de reconstruir a los hombres ( desmiti ficando ) Por ejemplo, un hombre de la importancia de Roberto Fernández Retamar(1930-2019) que como sabio dijo: “No se puede estar al mismo tiempo con Facundo y con Nuestra América” en su ensayo “Calibán”; como fariseo se pasó toda su vida contradiciendo esa frase, diciendo cosas de este talante: “Ser contemporáneo de Fidel es ser contemporáneo de Bolívar”. Semejante dislate obra en el espíritu lo mismo que una plaga de langostas en un campo de maíz, pues esa aparente simpleza de enunciado, no nos iba a permitir ni siquiera enterarnos de por qué variación concreta hemos cambiado, de ahí la importancia profiláctica del trabajo filosófico, para que el percibir psicofísico, que nos oculta el influjo de lo que nos cambia, deje de decir la última palabra en los conflictos humanos como forma independiente que es de información a la conciencia. Por eso quisiera que el próximo presidente de mi país fuera un filósofo, como lo fue el primer Presidente de Bulgaria después de la caída del estalinismo en ese país, Yelo Yeleb (1990-1996), que tuvo la decencia de encauzar la política búlgara sobre la premisa directiva de ponerlo todo en su sitio. Ojalá Dios me tome la palabra.
La visión tomando como punto de partida el cuerpo, no puede ser sostenida en el saber
Raúl Morín 29 Enero 2020, 9:25 A.M