Nos es fácil, que vivan diciéndote lo que debes hacer, lo que es bueno o malo, o que lo piense un hombre, es mejor para un pueblo entero.

Pues eso llanamente es una isla del caribe, de sangre caliente, pero donde las ilusiones se van en balsas o por el aeropuerto cada día en masas.

Llevamos tantos años escuchando lo mismo con lo mismo, que nos hemos quedado a mitad del camino, mientras el mundo con sus guerras, pesares, alegrías y otras cosas, nos pasa por al lado y ha sacado distancia de 50 años, es decir medio siglo viviendo en la nada o en lentitud como decía Milan Kundera.

La Habana ha perdido su estilo de ciudad de las columnas como decía Campertier y ha pasado a ser ciudad de derrumbes y desechos, con calles destruidas y baches que ya son parte de un barrio; basta caminar por San Lázaro para admirar un espectáculo grotesco de derrumbes, escombros en medio de la calle, fachadas fantasmales, que ya ni muestran  la sombra de lo que solían ser, desde que la utopía se apodero y tomo el control en tiempos necesario, han hecho todo lo contrario a lo que planteo el apóstol que aquella sentenciadora frase, “HACER ES LA MEJOR MANERA DE DECIR”.

Palabras y más palabras, consignas y plegarias, mientras todo se destruye a la vista de ineficientes estructuras, que han servido para enriquecer o manejar influencias de unos cuantos, que luego en soberbios discursos te dicen que vamos bien y tomaremos el futuro por asalto; que pesadilla mas terrible resulta, creer en algo supuestamente bueno, que a pesar de darte luz con estudio, valores éticos a diario, cuando deseas sentirte como un ser humano, tener tu vida, cumplir metas, ver mundo y explorar cosas leídas en libros o vistas en TV cuando niño, te dicen que no y ponen una venda en tus ojos.

Que miserable es sentirse así.