¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que Chaville escriba una noticia?
Este es un ensayo sociologico sobre la importancia que tiene el buen empleo de la seducción para servir a los intereses culturales de la sociedad que están, o dormidos o adulterados, por su virtud de enfrentarse tentadoramente con la conciencia absoluta
“La Seducción”
A Yanet Hernández Pérez, Vice-Gobernadora de La Habana
Uno de los más marcados caracteres de la seducción es que se recibe y se brinda en el marco de la más absoluta libertad y, diríase que, en ese momento mágico de su dominio se vulneran todas las lealtades por una necesidad más profunda que vivir en la comodidad. Si algo especial tiene la seducción es que despierta en el bello sexo el instinto dormido de la admiración por el hombre más infrecuente de todos los hombres: el hombre claro. Toda la sociedad tiene la responsabilidad de la transmisión transgeneracional de esa capacidad de seducir, tanto en el hombre como en la mujer, porque una de las virtudes que ella tiene es la de pasar por sobre todos los abismos tendiendo a veces puentes transitables para todos, porque casi siempre, la seducción, cuando es fina sanciona la autoconstitución de la conciencia absoluta que pretende legalizar procesos en los que las unidades de conciencia inmanentes deberían de constituirse del mismo modo que los objetos trascendentes, ignorando la diferente naturaleza entre los aspectos constituidos y los constituyentes de la conciencia, ya que estos remiten a un último nivel de percatación que tenemos de nuestras vivencias, cuyo sentir no puede ser el mismo que se vive a un nivel primario de confrontación social.
Lo malo es que la educación, que los griegos antiguos llamaban “paideia”, se despliega más acá de ese problema, pero ciertos sutiles modos femeninos me recuerda que son ellas, las mujeres de virtudes aristocráticas, las más interesadas en no dejar morir esas venas que se dejan desangrar sin penas ni glorias.
Esos matrimonios entre igualdad de rangos, tan de moda hoy, que se gastan los poderosos, matan el erotismo, y por una razón incomprensible para ellos, y es que se imbrica misteriosamente por relación metonímica con la fenomenología de la memoria, ya que como nos recuerda Paul Ricoeur “la forma privilegiada de la memoria feliz es aquella en que el sujeto, según el carácter construido de sus maneras de aprender, elige la forma más fácil para efectuar una tarea apropiada en circunstancias definidas” [ “La Memoria, la Historia, y el Olvido” p. 83, FCE., México 2004, P. Ricoeur ] La seducción es el brote de sinceridad más espontanea que las relaciones sociales requieren.
¡Cuántas veces se quedan escondidas del Amor, y para el Amor, en una relación lineal en que todo se presupone por el peso material conque influyen las partes en el juego de la vida, cosas que pudieran redimirla de su enorme cuota de aburrimiento!
La identidad del hombre y de la mujer son simultáneos a su disyunción genérica, y de eso depende el poder de seducción tanto de uno como de otro. Me parece que quien no es afín a ese criterio de seducción, es suspecto en ley de Amor. Seducción y erotismo son terminos complementarios, que se apoyan el uno al otro, y no se puede hablar del uno sin hablar del otro, y lo primero que se debe decir del erotismo es lo que decía George Bataille, su principal teórico:
Esos matrimonios entre igualdad de rangos que se gastan los poderosos, matan el erotismo
“Hablamos de erotismo siempre que un ser humano se conduce de manera claramente opuesta a los comportamientos y juicios habituales. El erotismo deja entrever el reverso de una fachada cuya apariencia correcta nunca es desmentida; en ese reverso se revelan sentimientos, partes del cuerpo, y maneras de ser que comúnmente nos dan vergüenza.” [“El Erotismo” p.115 George Baitaille]
Pero también hay que reconocer lo que decía este pensador francés cuando nos alerta de que el erotismo nos deja en soledad, porque la experiencia erótica se sitúa fuera de la vida corriente, pues el conjunto de nuestra experiencia permanece esencialmente al margen de la comunicación normal de emociones [ Ob. Cit. p. 257 ], y por una razón que la práctica del erotismo descubre: “En la medida en que nuestra existencia se nos hace presente bajo la forma del lenguaje, es para nosotros como si no existiera”[ Ibid ]
¿Por qué decimos que están unidos entrañablemente estos dos factores de las experiencias humanas?. Porque uno le da al otro fuerza para alimentar su razón de ser. Si la seducción se amilana en su ejercicio más ortodoxo, viene el erotismo a preguntarle: ¿qué significa la reflexión del ser humano sobre sí mismo y sobre el ser en general, si es ajena a los estados de emoción más intensos?; y si el erotismo se avergüenza alguna vez de que su campo es el de la transgresión de las prohibiciones, pues la sexualidad humana está limitada por prohibiciones, entonces la seducción le dice que puede evitar ese sentimiento de malestar consolándose de saber que el campo del erotismo está condenado a la astucia de la seducción, y que el objeto que provoca el trance de Eros se da por distinto de lo que es, cosa esta última que observa Bataille en la página 275 de su libro, puesto que es verdad que la suprema interrogación filosófica coincide con la cima del erotismo.
Tal es así que, en un sentido amplio nos atrevemos a decir que el ejercicio de la seducción que se ejerce de arriba abajo, como cuadra a un país donde las mujeres están socialmente mejor posicionadas que los hombres, es la más bella forma de conjurar la posible promoción del intento de quitarle dinero a las obras sociales, y aquí se ofrece una amplia posibilidad de rehabilitación de valores flotantes en un proceso que se precia de ser inclusivo, pero solo cuando la iniciativa procede del campo femenino, porque la iniciativa que parte del campo masculino está demasiado plagada de abusos de autoridad.
Es raro, pero no menos cierto, que la seducción de la mujer culta debe encontrar un modo de revertir la actitud trascendental que está dirigida a los acontecimientos de la experiencia, y por tanto, no a lo que en realidad son las cosas, porque supone que las cosas pudieran ser de otra manera a como ellas son, y salva así la vida de esa especie de reducción fenomenológica innata que hacen todos los reaccionarios rompiendo el énfasis de la relación entre mundo y cuerpo, ya que el cuerpo se presenta indirecto a la palabra en la perspectiva limitada de las cosas que remite a nuestra ubicación corporal.
Yo creo que gran parte de la ojeriza que muestra Engels contra la monogamia en “El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado”, y su tan notada, si no preferencia, al menos simpatía por la familia sindiásmica, en la que la mujer debía comprar su derecho a casarse con un solo hombre “con el deber de dejarse poseer o entregarse—como sacrificio expiatorio—en determinado período, al amor libre con favoritos elegidos por ellas”, ( aunque pasó a ser un sacrificio hecho una sola vez )[ en Obras Escogidas Tomo II p. 221 Ediciones en Lenguas Extranjeras Moscú, 1955 ], era porque echaba de menos “el candoroso carácter primitivo selvático” que tenían aquellas relaciones del periodo de la barbarie que con la civilización se han perdido, ya que en esta se observa una oposición entre hombres y mujeres que la prehistoria del amor no presentaba. “En el matrimonio sindiásmico—dice Engels—no se observaban las agudas contradicciones morales propias de la monogamia” [ Ob. Cit. p. 239 ] Por si hay dudas, lo dice más claro: “El amor mutuo de los cónyuges lo excluye la propia naturaleza de la monogamia sólida, basada en la supremacía del hombre” [ Ibid, p. 239 ]; y se apoya en que “la primera forma de amor sexual aparecida en la historia, el amor sexual como pasión posible para cualquier hombre, como pasión que es la forma superior de la atracción sexual, esa primera forma, el amor caballeresco de la Edad Media, no fue de ningún modo amor conyugal”[ Ibid. P. 240 ]
Es decir, que tanto Engels como Marx, no suspiraban por el periodo histórico en que las mujeres tenían más fuerza que los hombres dentro de los clanes por el simple gusto de que la dirección del hogar fuera confiada a las mujeres o por lo que representó la fuerza del lazo gentílico a través de la historia, sino, a mi entender, porque eran defensores a ultranza del Amor como posibilidad igual para todo hombre, no como posesión de la mujer de otro, sino como condena al Amor de conveniencia. “La más vil de todas las prostituciones”—lo llama Engels [ Ibid, p. 241 ] Pero de todos modos fallaban en decantarse por la efebocracia, que es consecuencia directa del gobierno de las mujeres.
Casi siempre la seducción, cuando es fina, sanciona la autoconstitución de la conciencia absoluta
Raúl Morín, 3 Noviembre 2020, 8:20 A. M