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N Unca me gustó recibir consejos sin pedirlos, y a cambio yo tampoco los doy si nadie me los solicita, sin embargo, llegó un momento en mi vida que estaba tan desesperado, que solicité la ayuda de un individuo al que llamaban El Visionario.
Es verdad que si me puse en contacto con aquel hombre, fue porque un buen amigo me insistió, ya que él, había solicitado tiempo atrás su consejo en un momento muy complicado y triste de su vida, y sin duda alguna, le había servido de gran ayuda su asesoramiento.
Se hacía llamar el Gran Ojo , pues afirmaba que todo lo veía con un tercer globo ocular invisible, que tenía justo en el centro de su frente. A mí esto, para empezar y como mínimo, ya me parecía cosa de locos , pero mi desesperación ante la alarmante cuesta bajo en la que se desarrollaba mi existencia, quizá me había vuelto también algo chiflado, así que decidí seguir adelante, y si al final todo acababa en una inevitable locura, tampoco me importaba demasiado, pues poco o nada tenía que perder.
Una vez en presencia del hombre de los tres ojos, y ante la pregunta simple que le hice para saber si podía indicarme cual era mi verdadero camino en la vida, pues a pesar de buscarlo con insistencia, no era capaz de encontrarlo, El Visionario , me dijo sin dudarlo y con un tono de voz que me convenció al instante, lo siguiente:
El verdadero camino que has de seguir, lo tienes delante de ti, pero no lo ves, pues dejas que sean otros los que conduzcan tu coche, y al final te llevan por donde ellos quieren, y no por donde tú necesitas ir para encontrar lo que buscas. Así qué, coge ya el volante de una vez y sigue adelante, las señales se irán apareciendo a lo largo del recorrido para que no vuelvas a equivocarte.
Eso sí, para hacer las cosas bien desde el principio, procura sentarte siempre en el asiento del conductor, y no en el del copiloto, que era lo que venías haciendo hasta ahora.
¡Qué razón tenía E l Visionari o!
¡Qué bien me vino su consejo!
¡Ahora soy yo el que conduzco siempre!
Tengo que decir, para ser sincero, que a veces me extralimito un poco con la velocidad, y piso más de lo debido el acelerador. De momento y por suerte, no he tenido ningún accidente, pero sí, varias multas, pero de eso no tiene la culpa mi sabio consejero , que también me advirtió al respecto:
Recuerda que a partir de ahora, eres el conductor, y la responsabilidad de ir más deprisa de lo permitido, será tan solo tuya si tienes un accidente, y también la de ir más lento de lo necesario, pues si es así, también corres el riesgo de llegar siempre tarde a todos los sitios.
Al final de lo que se trata es de saber cuándo hay que levantar el pie del acelerador o cuando pisar a fondo.