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"Güelfos y Revolucionarios Cubanos: Dos Estampas Opresivas del Tiempo"

05/01/2021 11:41 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

En este trabajo realizo un análisis historico comparativo entre la gestión social de los revolucionarios cubanos y la linea del partido güelfo de la Italia dividida en Reinos de la Edad Media

                       “Güelfos y Revolucionarios cubanos: Dos estampas opresivas del tiempo”

Un pueblo que ha perdido la continuidad y el hilo de la tradición como Cuba, está ahora casi en la misma situación, salvando las enormes diferencias de lugar y de tiempo, que la república florentina en el medioevo, cuando en ella arreciaba la presión tenebrosa de la escolástica, y cuando resultaba imposible toda reivindicación pacífica y legal con los oligarcas del partido güelfo, que en 1301 habían dado el golpe de Estado expulsando del poder al partido blanco representado por los señores feudales, que eran algo así como los girondinos de Florencia; es decir, los antiguos tiranos del pueblo, porque bajo el nuevo régimen encabezado por Corso Donati, las familias que habían tenido un pasado glorioso por ser nobles, que no se resignaban a pactar con unas Ordenanzas de Justicia que pretendían convertir a los nobles en artesanos, a la brava, obligándolos a inscribirse en los gremios, eran excluidos del Estado, no importando su dedicación a estudios de filosofía u otras disciplinas del pensamiento humanista, porque los güelfos, aunque eran representantes del pueblo contra los nobles, no eran amigos de la libertad.

“Todo estaba perdido—dice Carducci—las dulces memorias de la juventud, las nobles ambiciones de la virilidad, las esperanzas de un vivir bello y reposado, entre las viejas tradiciones y las glorias nuevas de la Patria feliz” [ Obras Escogidas p 501 Guisseppe Carducci, Editorial Aguilar, Madrid 1957 ]

Esto tenía lugar de 1301 a 1378 en el centro de la actual península itálica. Esta Italia, cuya unidad no se fraguó hasta el siglo XV, nos enseñó que la unidad de las formas de las instituciones, y en el arte, tiene que tener un ideal de nación, de literatura y de estilo, fraguada en un elemento docto y áulico.

No hay nada más parecido a aquella exclusión que practicaba en aquel tiempo la “Ley de Defensa del Estado contra la familia de los Grandes”, que estipuló la Revolución de 1301, que la actual forma de quedarse el hombre nuestro al margen de sus más productivos rendimientos cuando el Estado considera la mercancía fuerza de trabajo como una mercancía más, lo cual consiste en ser comprada o vendida por separado de sus poseedores convirtiéndose entonces el contrato laboral en un vínculo de exterminio para el hombre y para la sociedad. La práctica del fetichismo de la mercancía “fuerza laboral”, representa una exclusión brutal del hombre, el exilio interno, o destierro del hombre dentro de su propio país.

No se le permitió a la burguesía cubana ilustrar con su saber al pueblo bajo

De este parecido histórico hay que excluir, naturalmente, el empuje cultural conque los florentinos cultos combatieron aquella sociedad de comerciantes y ministriles que no quería nada con ellos, pues supieron llevar la espiritualidad del amor, y de la poesía al punto más alto que hayan tenido jamás, ya que no se le permitió a nuestra burguesía ilustrar con su saber al pueblo bajo, pues su obra de reacción intelectual al plebeyismo fue abolida de todas nuestras editoriales, de modo que el ideal civil y el artístico fracasaron. El distanciamiento entre la sociedad civil y la sociedad política, es un efecto casi directo de aquel mal cuando se apodera del Estado. Lo cual sucedió en la Florencia del tiempo de Dante. (Siglo XIII) Dante se tuvo que hacer boticario por amor a su patria; y aun así, fue desterrado, tal vez, por ser realmente extraño en aquel gremio.

Esto se visualiza mejor en el recelo, la ojeriza—por no decir el miedo—que a esta sociedad política le inspira todo relieve cultural que se pondere en los más simples hechos sociales, porque la fineza de la apreciación cultural conspira contra el dictamen de solipsismo social de la clase gobernante revolucionaria. No hay nada que registre con mayor claridad ese sentimiento de orgullo por la pobreza intelectual, impregnado hasta el tuétano en nuestra cultura que la manía de invisibilidad conque se gesta la acción administrativa de poder desde los estratos más altos de la administración del Estado hasta los niveles ínfimos de la jerarquía: la clase trabajadora. Los altos jefes del Consejo Administrativo del Poder Popular de la capital no quieren ser vistos, y menos aún, reconocidos por el pueblo bajo, y ¡ay! de quien se atreva a dirigirse a ellos por vía directa, aunque pertenezcan al servicio interno de ese Centro. Y sépase que esa es una orden que viene del más alto nivel. De ahí que sus autos usen cristales negros de imposible visibilidad al interior, que siempre están alzados porque tienen dentro aire acondicionado. Y es que ser invisible—en terminos políticos—significa no existir para los problemas reales, los asuntos graves de convivencia social armónica entre ciudadanos.

Pero no se invisibilizan solo para no ser molestados; se invisibilizan más para ocultar a la sociedad que no existe merecimiento ni correspondencia cultural o humana, entre la persona y el lugar de privilegio que está usurpado por esa persona, porque en su elección hubo una mediación que pasó por encima del consentimiento del pueblo para que en ese puesto se halle una persona responsable de que esa sociedad no pueda producir la forma concreta de su sociabilidad, porque el sujeto social que produce su trabajo es aquel que da la apariencia de consistencia—quizás en eso trabajen en sus diarias e interminables reuniones--, tras de la cual, no obstante, le falta algo imprescindible al sujeto, meras figuras en virtud de las cuales los hombres toman lo falso por lo verdadero, propiciando así el desastre cultural más grande de la historia contemporánea, ya que entonces, los que deben dirigir la sociedad “se retiran del mundo de la vida al convertir el que circunda a la muerte en el mundo del valor” [ “Filosofía y Psicopatología: una aproximación crítica a los procesos enfermizos en la actualidad” p 56 Rita Canto Vergara, Universidad de Granada, 2015 . Tesis Doctoral ] Cuán propio es ese enunciado, porque nuestros dirigentes son los verdugos de los mejores. Y encarnan la muerte porque deciden a un nivel supra-humano la suerte de los defensores de la humanidad.

Por ello no pueden permitir que se desarrolle una literatura más docta que la pobrísima que tenemos después del Triunfo Revolucionario. Y como la magna cultura no contribuyó en 60 años a la Educación Popular, ello nos causó el desastre mayor: no prosperó la civilización interna, esa que se veía brillar en la Florencia medieval en que los mercaderes no eran toscamente comerciantes, como los nuestros que exclusivamente piensan en el dinero y en llenar sus arcas, pues como señala el Premio Nobel de 1906, “el tendero guardaba debajo del mostrador a Livio, y a Salustio, la Eneida y la Tabla Redonda; leía y manifestaba su opinión sobre Villani y hasta sobre Dante, y transcribía a sus cuadernos de notas los pasajes más notables” [ Carducci: Obras Escogidas, p. 495 ] Si el estar disponible para otros es el signo de civilización interior más notable, es claro que eso nos falta ampliamente, pues aun ni sabemos, ni estamos preparados para llenar ese vacío en que se desgasta el ser con el potencial alocado del otro, que a veces corta en nuestro pellejo grandes tajos de respiración.

Raúl Morín 4 Enero 2021, 6:42 P.M

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                              

Las familias que tenían un pasado glorioso por ser nobles, que no se inscribían en los gremios de artesanos, eran excluidas del Estado


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