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Contesto aquí a una de las propuestas libertarias que formuló el escritor cubano en el extranjero, Eliécer Ávila, por considerarla inadecuada. La liberalización absoluta del capital, bajo las actuales condiciones cubanas, causaría más desastre del que existe actualmente
(“El Buen Político” )
II
Y sin embargo no puedo estar de acuerdo con él en lo que se refiere al plan económico para el país, su proyecto es una construcción matemática: “El país para desarrollarse tiene que permitir la acumulación de riqueza de todos los actores económicos”----ha dicho Eliecer. Por eso no puedo formar parte de su movimiento “Somos Más”, que se olvida de la relación de la matemática con la dialéctica, pues como muy bien lo resume en su ensayo Gastón Casanova: “el progreso de las ideas matemáticas consiste en negar la noción de los puntos reales” [“La Matemática y el Materialismo Dialéctico” p. 69 Editora del Consejo Nacional de Universidades. La Habana, 1965 ], y así “en lugar de imaginar lo real para ponerlo de acuerdo con las creaciones de su pensamiento, el materialista modifica sus concepciones de forma a someterla al control de los hechos, a las verificaciones positivas que son los solos jueces de su realidad” [Ob.Cit. p. 125] Así la primera línea que traspasa de su propio ideal es la limitación del poder.
No por el hecho de que se hayan caído las utopías en el mundo se debe renunciar a las magnanimidades que tiene la utopía, máxime cuando en las sociedades del dinero hay tantos gobernantes desconsiderados. ¿Cómo obviar ese rasgo de filisteísmo cáustico y urticante que hace constantemente motivo de sorna no estar a la altura de los gastos suntuarios, que gasta esa nueva clase social llamada “cuentapropista”?. He visto a dependientes de tiendas de reparaciones de teléfonos móviles y otros medios electrónicos de tecnología digital, burlarse de individuos insolventes o impecunes por su pulsión posesiva hacia gráciles envolturas vacías de aquellos productos que no pudieron comprar, y otros que parecen querer decir con su altanería en el trato a sus clientes, azorados de la tan rápida actualización tecnológica de esas tiendas, que los clientes que no tengan ese conocimiento, no son dignos de ellos, y por tanto, les molesta su torpeza. Mi amiga Mercedes Chaveco, la hija mayor de Joel Chaveco Iglesias, el antiguo Ministro de Marina Mercante y Puertos del Gobierno Revolucionario, venida a menos en el mismo círculo de sus prósperas hermanas, me dijo un día después de muchos años sin vernos: “No estábamos preparados para esto”. No sólo para enfrentarlo, sino ni siquiera para entenderlo, pienso yo. Si gentes como estas, bajo una ordenación socialista, prescindieron del mínimo decoro en sus relaciones con los necesitados, por muy allegados a ellos que estuvieran, ¿qué sucederá cuando amasen cuantiosos capitales? ¿A qué niveles de insolencia insoportable llegarán los pudientes, si ya por verse dueños de casa quieren expulsar de ellas a sus mismos hermanos?. Cuantiosos ejemplos hay de que en muchos casos lo han logrado. Ese es el mejor ejemplo de que la evolución de la dialéctica termina en una concepción materialista del espacio.
Esa concepción materialista del espacio se ha convertido en una resistencia más para efectuar el anhelado cambio que queremos los cubanos, y esto puede llevar a que el desarrollo histórico que está pensando Eliécer para nuestro pueblo tome un rumbo diferente por aspectos muy contingentes introducidos por esa misma situación histórica de disolución de las formas sociales, que se hacen portadores de historicismo en la idea de progreso, porque nos afianzan la libertad al precio de privarnos de nuestra condición específica de ser histórico, en la cual el individuo está vinculado a una comunidad e integrado en ella como parte indisoluble de un todo “donde los individuos tienen en ella su función asignada, y su deber señalado; y su moralidad consiste en portarse conforme a este deber”—como sentenció el Maestro Eduardo Nicol. [ “Historicismo y Existencialismo” p. 135 El Colegio de México .Primera Edición 1950 ] y si no resulta esto, entonces, la conciencia del hombre vuelve a ser, al estilo marxista, como una dependencia de la naturaleza y de su proceso vital, de modo que el ser siga precediendo a la conciencia en un contexto donde el individuo se siente extraño a su comunidad porque no se integra a ella en ningún modo de pertenencia. No creo que sea favorable, ni para él, ni para Cuba, verse envueltos en un proyecto de transformación social historicista, de cuyo calificativo el mismo Nicol parece darnos su venia cuando dice en su citada obra: “el historicismo como el existencialismo, ciñen su estudio a esta zona de lo específicamente humano que se desprende, por privilegios ónticos notorios, del resto de la realidad” [Ob.Cit. p. 11]
Esa concepción materialista del espacio se ha convertido en una resistencia más para efectuar el anhelado cambio que queremos
Pero cabría preguntarse, como hace Nicol, “¿de qué modo se contraponen, y se excluyen mutuamente la verdad y la historicidad?” [ Ob.Cit. p. 302 ] Tratemos de responder a esta cuestión: Fidel Castro, previendo la infamia en que iba a caer su nombre en un país y en un mundo que él ya no vería, hizo lo único que podía hacer para contrarrestarla al comprender que su más fuerte estrategia consistía en concentrar el mayor daño en la cultura, en sus formas simbólicas, si quería hacer inviable realmente el capitalismo en su país; es decir, tenía que destruir perdurablemente al hombre para que si un día se planeara la suplantación del socialismo como sistema político fracasado, ya el egoísmo y el odio a los mejores, la panofobia, estarían tan acendrados en la naturaleza cubana que habrían hecho del hombre en Cuba un ente tan artero y despreciable, que como capitalista no lo querría nadie, pues estaría perpetuando el hecho dictatorial dando un carácter absolutamente necesario al mal, esto es, haciendo fluir este necesariamente de aquello mismo que cae herido por el mal; y como el real poder que tiene el socialismo no es la economía, sino que es la cultura, los procesos culturales donde la implicación de lo espacial en la temporalidad del ser, por paradoxo modo, marca más la diferencia entre el reino de la naturaleza y el reino del espíritu, ocasionan un trauma social como el que tenemos hoy, que no puede excusar bajo ningún pretexto al socialismo, porque en una confusión de valores hizo subir a los más altos escaños de la vida a los peores enemigos de esta; contradicción que le hizo escribir a Octavio Paz en su famoso libro “El Laberinto de la Soledad”, que “la medición espacial del tiempo separa al hombre de la realidad, que es como un continuo presente, y hace fantasmas a todas las presencias en que la realidad se manifiesta”, [Ob.Cit. p.163 F.C.E. 1950 ] que es lo mismo que hablar de la imposibilidad de conocer racionalmente al ser de la vida; pero es que el ordenamiento político ya había “hecho fantasmas” a aquellas personas dotadas del mayor sentido al tratarlos como desheredados de la fortuna. Esa lucha entre “fantasmas” de distinto signo que cuando cruzan armas borran sus rastros sociales, es el decreto del fín del socialismo aunque se sostenga ficticiamente por la represión.
Ernest Cassirer, (Breslau, Polonia, 1874- Princeton, 1945) nos invita en su magna obra “Antropología Filosófica”, a recordar que hemos ganado en conocimiento, pero hemos perdido en comprensión simbólica del mundo, visto esto en que, ya no como cubanos, sino como hombres modernísimos, tenemos en el mayor abandono algo que siempre fue base y condición de todo progreso científico: lo irreal. “Muchos, si no la mayoría de los hechos científicos que han cambiado todo el curso de la historia de la ciencia–dice--, fueron hipotéticos antes de llegar a ser observables. Se ha subrayado con razón que las concepciones que condujeron al descubrimiento del principio de la inercia no eran en modo alguno evidentes o naturales.” [Ob.Cit. p. 54, F.C.E. 5ta Edición, 1968. México]
Esta incapacidad para representarnos lo irreal tal vez sea el arrastre de dos grandes estulticias: la subordinación del tiempo al ser, pues fue la razón la que moduló al ser en vez de que el ser modulara la razón, y la fatuidad de creer que no hay otra sabiduría que la de las ciencias particulares. El colofón de esta actuación imberbe del hombre lo señala Nicol, cuando dice: “El tiempo está en conexión con el ser en la física, pero no en la Antropología.” [Eduardo Nicol: “Historicismo y Existencialismo” p. 26, El Colegio de México Primera Edición, 1950], pues el divorcio del ser y el tiempo también ha roto el vínculo ontológico llamado “participación”, quebrado hoy más que nunca por el mundo inferior de lo sensible, ya que eso que abarca todo lo que es concreto, material, zanja y divide irrecuperablemente la esfera del ser y la del sentido, donde este último representa esas formas simbólicas que el hombre ha creado en sus actividades socioculturales para relacionarse con los demás hombres, con lo que no es él. Estos sistemas datan de una época muy anterior en el tiempo a la formación del Estado, y por ello la vida les debe estructuras de convivencias más sólidas que las de cualquier organización política, a pesar de que hoy en día presuman los sistemas totalitarios de lo contrario. Cassirer también contrasta apodícticamente este anormal hecho, al hacer un señalamiento en esta dirección: “en el pensamiento primitivo resulta muy difícil distinguir entre las dos esferas del ser y del sentido, se hallan constantemente confundidas, pero en el pensamiento ulterior de la cultura se siente claramente la diferencia entre cosa y símbolos, lo cual quiere decir que la distinción entre realidad y posibilidad se hace cada vez más pronunciada”. [Ob.Cit. p. 52 ] Y Nicol, como corrigiendo el entuerto de ciertas realidades que se creen procedentes, afirma: “La posibilidad de una cosa no puede demostrarse por el solo hecho de que su concepto no sea contradictorio” [ E.N.: Ob.Cit. p. 48 ]
Cuando analiza Cassirer los problemas del carácter y del desarrollo de la cultura nos alerta sobre el peligro de abordar los cambios sociales teniendo en cuenta una teoría basada en los hechos, y nada más que en los hechos, y dice que esta “no es una verdadera respuesta al problema” [E.C., Ob.Cit. p.54] Vatimo, por su parte, nos dice: “Las convenciones en que descansan los métodos demostrativos de las ciencias no se adoptan arbitrariamente, o sobre la base de criterios abstractos de economía o de utilidad práctica, sino sobre la base de su conformidad con formas de vida, y podríamos decir, por lo tanto, también con tradiciones y culturas históricamente definidas” [G. Vatimo: “El Fín de la Modernidad” p. 122 Editorial Gedisa, Barcelona 1987]
Pienso que, incluso, antes de estimular más el encadenamiento del sector privado con la economía cubana debemos ocuparnos del estado de nuestra maltrecha cultura; si no rehabilitamos los auténticos valores culturales nuestros, cualquier idea de progreso se va a bolina. De paso, también hago extensiva esta crítica a los cerebros “económicos” del Gobierno porque consideran el problema cubano como una solución exclusivamente economicista al no hacer caso más que a las formas concretas de la existencia, y no a sus formas esenciales, sin tener en cuenta que nuestra causa social tiene que surgir de la vida del individuo, como pensaba Comte, pero sin que eso se convierta en una teoría naturalista del mundo social y cultural. Que no piensen que los problemas de nuestro país se van a arreglar porque unos doctores digan que “nuestro socialismo no puede recrear una economía de mercado, pero sí una economía con mercado, y que ese es el modelo socialista a que aspiramos” (Dres. Oscar Fernández y Antonio Romero, en TV, 23 -10-2019). De acuerdo, pero mientras sigamos pensando de un modo exclusivamente pecuniario, no vamos nunca a considerar la principal divisa que debe regir el gobierno humano, y que refleja las palabras que puso en su Tesis Doctoral de Enero de 2016, el jurista español Jesús Víctor Alfredo Contreras Ugarte: “La realidad que le brindemos al valor de nuestra humanidad es lo que decidirá nuestro futuro y el de nuestra existencia. Las creaciones de nuestro mundo no se pueden sostener si le perdemos el respeto a los derechos de la humanidad.” [“Poder, valores y derechos humanos” p.23 Getafe, España.] Raúl Morín, 27 de Octubre 2019, 11:22 A. M
No por el hecho de que se hayan caído las utopías en el mundo, debemos renunciar a las magnanimidades de la utopía