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Relaciono la motandad global del covid-19 con el daño existencial que está causando el fiat del concepto filosófico, y la manera posible de enfrentar la pandemia oponiendole más fuertes valores humanos
“El Covid-19, y la mira martiana de otra mortandad”
En estos tiempos que el mundo está sufriendo una pandemia tan terrible, como tal vez no la conoció en varias centurias, allá en los remotos tiempos de la Peste Bubónica que asoló a Europa en la Edad Media, cuando se mueren más de 800 personas en solo 24 horas, en países como China, Italia o España, y muy cerca de ese número en ciudades de Estados Unidos como Nueva York, o California; es hora de que hagamos una reflexión profunda sobre nuestra vida, y sobre nuestra capacidad de vivir como seres humanos, pues hace mucho tiempo que el odio y las disensiones internas nos está matando igualmente, casi, casi en la misma escala; pero por dentro, y ese virus se llama mezquindad, y esa mezquindad tiene tanta relación con la muerte biológica, que solo en tiempos de holocausto, por desastres naturales o enfermedades mortales en forma de epidemias, se ponen de manifiesto.
Mezquino es la palabra que por igual, a buenos y a malos, más le duele a la conciencia, cuando de veras el hombre la reconoce en sí, cuando hace examen de conciencia.
Sabemos que vivimos en un país que no anda bien cuando los hombres que mandan o tienen capacidad de disponer sobre el disfrute de mayorías, fallan tan repetida y tozudamente que afectan un bienestar que tiene poco que ver con la política, y mucho con la salud del alma. Me refiero a las interdicciones a la cultura en nombre de intereses políticos que siempre son mezquinos porque en sus ejecutores sus amos aprecian más que nada su condición de autómatas, y no de hombres que sienten y padecen, y mucho menos por los demás. ¿Se ha puesto a pensar alguno el daño que le está haciendo a Cuba el hombre-máquina al que le dicen que tiene que poner un ruido de interferencia acústica electrónica a las ondas de radio que nos llegan desde el fraternal y solidario espacio de la Otra Cuba que es la Emisora Radio Martí, que está acompañando muy dignamente la esperanza de libertad del pueblo cubano desde hace 35 años ininterrumpidamente, es decir, desde el 2 de Mayo de 1985.? Es un crimen que no nos dejen oir tantas cosas bellas, útiles y necesarias al alma que nos llega desde esa emisora, y que, francamente, en algunos casos no tienen que ver con la política, y sí con la salud y el fortalecimiento del espíritu. Porque, todavía, que censuren el programa “El Revoltillo”, de ese gran cubano y mayor patriota que es Tony Benítez, lo entiendo, porque ese señor tiene un verbo afilado como la hoja del mejor acero español, y es capaz de poner en tensión combativa el ánimo decrépito de cualquier mojigato. Pero que censuren un programa tan genuinamente cultural como es “Entre Nosotros” de Orlando González Esteva, que está incordiando el espíritu de la cultura universal cubana en todos los corazones, es casi un crimen de lesa humanidad silenciarlo a él, que nos ha revelado tantos secretos que solo se hallan en los libros, y que los cubanos de este lado de acá no conocíamos, incluso los más cultos, sobre hechos importantísimos de la cultura cubana rescatados por sus grandes hombres que, por culpa de la diáspora política, abandonaron su patria, cuyos libros, por supuesto que no conocemos. ¿Ejemplos? Los del gran historiador Carlos Ripoll, o los del filósofo Humberto Piñera, luminarias que murieron en Miami muy desconocidos de los suyos.
Hablando de Orlando, el programa del día 27 de Marzo, lo dedicó al interesantísimo tema de las relaciones inesperadas entre el hombre y la naturaleza, tema centralísimo en el pensamiento martiano, tan fructuoso en este aspecto, y tan inexplorado en la literatura revolucionaria cubana, porque ese ovillo de hilo nos llevaría a ideas muy poco congeniales con el socialismo, que originalmente no eran suyas porque varios pensadores del siglo XIX, antes que él las habían desarrollado, como Herbert Spencer; sin embargo Martí le da esa misteriosa relación que pone “la comunidad de beneficio” en una sociedad socialista, “en pugna con la entrañable comunión del suelo que los suaviza (a los hombres)” [Obras Completas Tomo 2 p 379 ], como si para él esa pugna significara alguna sinonimia entre enfermedad, epidemia y locura; pues aunque no lo haya definido, planteó que dicho sistema estaba “fundado sobre lo que tiene el hombre de más débil”, cuya sociedad era “un amasijo de entes sin sostén, que dividen y huyen, en cuanto los aprieta la comunidad del beneficio”[ Ibidem ] No vamos a decir que esto tenga que ver con el COVID-19, pero si nuestra vitalidad está tan sometida a los hombres “que ven la tierra sólo como deslumbrante”, es decir, que solo piensan en sí mismos, ¿no es esperable que cualquier epidemia con su crisis sanitaria, haga más visible la necesidad de purgar la sangre de soberbia y molicie, para que la pregunta por la distribución del poder, y por el poder opinar políticamente, no genere el mismo pánico que la epidemia?.
González Esteva, como les decía, ante la difícil tarea de reflejar la relación entre hombre y naturaleza en José Martí, habló por supuesto del Ismaelillo, y de esa estampa norteamericana de 31 de Enero de 1891 en Nueva York, “La Isla de las Flores” en que el locutor habla extasiado del amor y el respeto que sienten los japoneses por las flores, subrayando el testimonio de esa misma reverencia en el prócer cubano, citándolo: “¿Quiénes hablan en voz alta en las casas del Japón, cuando están juntando flores?” “Las que hablan alto son las flores, y hay que hacer silencio para oírlas”, dice Orlando. Habló del poema “Me ha dicho un colibrí”. Pero citó unas palabras sueltas de Martí muy enigmáticas, y que nos dejó lelos: “En el cuarto oscuro, a media noche, las cejas al rozar la almohada hacían, para mí que las oía, el mismo susurro que las ramas del bosque cuando el viento las sacude.” Orlando dice: “Es como si nos insinuara que detrás de su cráneo había una tempestad”. Puede ser. Pero le supongo a esa frase un mensaje de más trascendencia, ya que en esa acción del verbo suspendida de pronto por la coma propedéutica en el “hacían”, nos está exhortando a permitir que el hombre, cuando crea, debe ser oído. Detengámonos en esto, en los sugestivos poderes de la creación humana que cercenamos a diario tan despiadadamente, que no nos damos cuenta de lo que le restamos a la sociedad inmediatamente y por un largo plazo, lo cual apenas vislumbramos cuando viene una calamidad tan poderosa como la enfermedad del COVID-19, que nos impone bruscamente la certeza de que no tenemos fuerza vital para enfrentarla, por lo mucho que hemos maltratado la maravilla humana y esto vale tanto para el mundo desarrollado, como para el subdesarrollado, para el mundo libre como para el esclavo. Por eso la política no debe entrar en las grandes lides de la cultura, al menos como valladar. Y nada más les puedo decir del programa por la molesta intermitencia del ruido, solamente que Orlando despidió ese día su programa con este poema en prosa de Martí que ya quisiéramos los cubanos practicar como él quería: “Cuando uno pone una flor en la casa, la flor toda de la casa debe dar un beso en la mano.”
No olvidemos que el sistema inmunológico humano trabaja con los más altos incentivos que el hombre tiene en la vida, entre ellos los altruistas, ( y a la enfermedad el falso altruismo no la engaña, porque no le cura las entrañas aunque los médicos cubanos invadan las favelas brasileñas, si descuidan el trato debido con los de su tierra ), y que la fe en las cosas materiales en los momentos más difíciles no le sirve. Martí fue el cubano que más bellamente reflejó este efecto de maravilla del poder de la benignidad humana, y lo demostró en estos versos: “Cuentan que a un cementerio//llegó un sabio cierto día, afirmando que no había// tras de la tumba misterio .//Un ser blanco, vago, y serio, a una tumba se acercó:// ¡Amor, amor!, pronunció con triste voz quejumbrosa//, y al punto alzóse la losa, y el muerto resucitó.// O también: “No hay milagro en el cuento de Lázaro, si Cristo llevó a su tumba a una mujer hermosa!”.
No hay nada que patentice más la imagen incumplida de la Patria que hoy significa para nosotros José Martí, que esa realidad expedita del Fiat, que organiza el carácter cubano por detrás de su apariencia, y que se define por un logos que restituye otra lógica, la de que no es estúpido obrar mal. Estamos en las fauces del fiat como en la antesala de la muerte, y los alabanciosos benteveos—como vectores virales—nos exculpan continuamente del estado de naturaleza con la naturaleza. Como ruptura del sentimiento de unidad entre las cosas, anticipa al hombre su desaparición como infractor del orden cósmico de las correspondencias, que mata la fuerza de la comunidad allí donde se desenvuelve, ya que en todo lo que transgrede se retribuye a sí mismo como criminal, pero la enfermedad no puede dejar de nutrirse del yermo de silencio social que abrió este sujeto en la vida, y con esa misma fácil obsecuencia de aquel, lo presenta ante la muerte. Veamos las luchas del hombre moderno como un campo de batalla en que se dirimen los intereses contrarios en torno a esa manzana de la discordia que es el fiat, cuyos dos bandos están bien representados por estos dos hombres: Felipe Núñez y Cintio Vitier.
A la enfermedad el falso altruismo no la engaña porque no le cura las entrañas
“Prevaleced es el mandato, sólo algo no natural pone ese tope. Peligra por su poder desmedido lo que el hombre llama Edén. Aunque peligre toda forma de vida, es del hombre, no de la naturaleza la biofilia. ¿Qué puede remediar el espanto de lo que pronostica aquella antinatural conciencia del riesgo para sí.? Solo una piedad indeducible, no natural, no original, solo una clemencia gratuita conjura aquel peligro. Por piedad de pisarla hay que sacar los pies de la naturaleza”, nos dice el filósofo vascongado Felipe Núñez. [ “Para escapar a la voz media” p. 152 F. N. Junta de Extremadura, 1998 ]
Dice Felipe Núñez: “Fiat es complicidad con la sombra, toda mudanza de conciencia, ganancia biográfica o histórica…sólo de la historia, de su confutación podría nacer el ultrahombre compasivo, fuerte hasta ese lugar de la clemencia. Fiat es secuencia de palabra a cosa. No: sin ese lapso. Es garantía perfecta del suceso de lo peor conque amenaza. Fiat son sucedáneos, imitaciones, quincallas, sombras”. [ Ob.Cit. p. 113 ]
“El Fiat—dice, en cambio, Cintio Vitier—oculto en la unidad de sentimiento de las cosas, posee la virtud de hacer que tal unidad, una vez vivida, pueda ser también inventada en lo que atesora de sentido imperecedero”. [“Poética” p. 20 C.V. Colección Aguaribay de Poesía. España, 1973 ]
Aunque el difunto Lichi –a quien el propio Cintio me presentó durante el Homenaje que le hizo el Ministerio de Cultura por su 80 Cumpleaños—me suspendió el trato por decir estas cosas de su tío; ¿no es la muerte ya vivir entre los hombres-fiat, o es que somos tan hipócritas que no lo reconocemos.?
Y es aquí donde la impronta martiana se mete en el nudo de esta tormenta para desatarla, y con qué vigor:
“Y llega a los calcañales la amargura, y es náusea el universo, cuando vemos podrido en vida a un compatriota nuestro, cuando vemos hombre por hombre, en peligro de podredumbre a nuestra Patria. І Aunque no ha de haber temor, que las entrañas de nuestra tierra saben de esto más de lo que se puede decir.! [José Martí: Obras Completas, Tomo 2 p. 378 Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1963 ]
Ahí está enteramente expresada la relación formidable del hombre con la naturaleza, en la confianza que tenía Martí en que habrá hombres de verdadera calidad telúrica, tan auténticos hijos de su tierra que los sepan poner en la picota como vergüenza de su país, y esta creencia la invocó de nuevo en su más patético discurso de “Los Pinos Nuevos”, donde contrapone la imagen de la naturaleza quemada de las cañas viejas, al brote redivivo y verdeante de los retoños entre el miserable espectáculo de la vegetal ruina.
Raúl Morín 1 Abril 2020, 12:08 PM