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Por Edén Martínez
Ensayo Participante en el Concurso de Ensayos Jurídicos
"Bicentenario de la Constitución de Apatzingán 1814-2014?.
"El amor, madre a la patria no es el amor ridículo a la tierra, ni a la yerba que pisan nuestras plantas; Es el odio invencible a quien la oprime, es el rencor eterno a quien la ataca"
José Martí
Morelos el Ideólogo de la América Mexicana
No sabía yo mismo atarme los cordones de los zapatos, cuando ya saltaba jugueteaba y paseaba por los salones del museo de sitio Casa Morelos, lugar de trabajo desde hace ya más de 30 años de mi padre, encargado de custodiar dicho recinto, él mismo a manera de interesarme en la historia, me contaba que de noche cuando los visitantes se marchaban y cerraban las puertas, se escuchaban voces, de realistas e insurgentes que hablaban de conspiraciones, de pesquisas, que a manera de noticias relataban las andanzas del caudillo del sur, del siervo de la nación, es decir del mismo José María Teclo Morelos, Pérez y Pavón, mismas que relataban como en Charo 10 minutos habían bastado para recibir la encomienda de dirigir los esfuerzos en el sur de la Nueva España, de la toma de Chilapa, de cómo se convirtió en el dolor de cabeza de Calleja en Cuautla, de su avance imparable a Tehuacán y Oaxaca, murmullos que hablaban de la trasformación ideológica y política de Morelos, de la marcha patriótica hacia Acapulco y la convocatoria al congreso de Anáhuac, sollozos anunciaban su captura y fusilamiento del hombre, pero trompetas de júbilo rememoraban las ideas, las aras de libertad y justicia, ideas que sentaron las bases del surgimiento de un Estado Nacional que a la postre le llamarían México.
No era el olor de la cantera mojada, el brillo cegador de las espadas, la majestuosidad de los carruajes, la sangre de las ropas antiguas o lo ceremonioso de su firma lo que mantenían vivo mi infantil interés en la casa del siervo de la nación, creo que fue su capacidad de trascender a un sistema atroz de castas, su dignidad de no darse por vencido, de no claudicar, de romper de tajo con la esclavitud, fue el idilio de las ideas de justicia, de paz, de libertad, de emancipación, mismas que expresara a manera de herencia a los mexicanos en El Decreto Constitucional de Apatzingán, La Declaración de Independencia de la América Septentrional y los Sentimientos de la Nación, y que confirmara en su vida llena de congruencia, de valentía y de amor a su pueblo, porque solo se puede amar lo que se desea libre.
Los Preceptos Generales de la Constitución de 1814
Uno de los principales anhelos en el ardor de la batalla de los insurgentes era la soberanía de la nación, misma que fue plasmada en los primeros 12 artículos de la misma, donde el concepto de soberanía es introducido como el derecho a la felicidad de los ciudadanos, delimitando así el derecho al pueblo de elegir a sus representantes de manera democrática, de romper con la conquista de las armas y trasladando el estatus de todo hombre nacido en la Nueva España a hombre libre, a ciudadano, mismo que en el marco constitucional respetaba y aceptaba la división de poderes como la forma idónea de expresar su deseo de emanciparse organizando de manera justa el ejercicio del poder supremo.
Durante el momento histórico en el cual fue redactada dicha constitución los constitucionalistas entendieron la importancia de expresar en el capítulo IV el espíritu de la ley como contrato social, como marco jurídico insoslayable, de orden, de paz social y de sometimiento de los ciudadanos no por fuerza, sino por voluntad, en aras del bien común.
Las garantías de Igualdad, Seguridad y Propiedad en la Constitución.
La guerra de Independencia no habría podido ser considerada como revolución sin el planteamiento central de reivindicar a las clases más desprotegidas, en todos sus reclamos de igualdad, ante la ley, la sociedad y el propio estado, mismos que en el texto constitucional se impregnan en la imposibilidad de los gobernantes de perpetuarse en el poder, en no heredar magistraturas o cargos de elección popular, la constitución sentó las bases del sistema de justicia mexicano al establecer mecanismos de protección jurisdiccional de inviolabilidad de posesiones y libertades sino mediante juicios justos.
La fundación del Estado Mexicano
Si bien es cierto que la aportación de Hidalgo, Aldama, Allende y Josefa Ortiz de Domínguez, es de carácter invaluable para la emancipación de la América Mexicana, fue el congreso de Chilpancingo expresado en la Constitución de Apatzingán el que colocó el esquema de organización de la nación imperante hasta nuestro días, la separación de poderes rompía con las disposiciones plenipotenciarias de los conquistadores, el carácter de provincias indivisibles que se otorgaba a las demarcaciones geográficas y políticas ya existentes, en este documento se expresan las facultades de los diputados, se habla de su forma de elección, los requisitos, se reglamenta el proceso de representación, y se fundamenta la honorabilidad, el amor y servicio a la patria de todos los funcionarios que lo componen, no era la ambición, el poder o el bienestar personal el espíritu que los movía, si no el patriotismo, el interés de forjar instituciones sólidas para la vida independiente.
El supremo Gobierno constituido como El Poder Ejecutivo actual recoge la atribución constitucional de la aplicación y sanción de las leyes como su principal atributo, pero también organizar la defensa de la patria, la recaudación de impuestos y se encuentra sujeto al marco normativo constitucional, no a los caprichos o intereses personales de monarca extranjero alguno.
En el marco jurisdiccional se esgrimen los lineamientos generales para la administración de justicia, delimitando territorios y competencias jurisdiccionales, y pasmando el anhelo de Morelos de que "Todo aquel que se queje con justicia, tenga un tribunal que lo escuche ampare y defienda contra el fuerte y el arbitrario".
La Constitución de Apatzingán en nuestros días
La construcción del Estado Mexicano mucho debe a los caudillos independentistas, que regando su sangre en suelo patrio nos dieron la oportunidad de vivir en libertad, plenamente, en estado de derecho, las nuevas generaciones de juristas deberán de reflejar los anhelos y la dignidad de nuestros próceres de la patria en su actuar diario, debatiendo, estudiando, formándose para que sean ellos el látigo vehemente contra la injusticia, la desigualdad y la opresión.
Sin embargo es compromiso de todo mexicano, el conmemorar esta y todas las acciones históricas que han permitido el desarrollo de la nación, no solamente como fecha anecdótica fría e insípida, por el contrario como venas y columna vertebral de un México pujante que necesita la recuperación de soberanía, el fortalecimiento de nuestras instituciones, el abatimiento de la desigualdad social, la reinstauración de identidad nacional con pleno respeto a nuestras diferencias políticas, ideológicas, culturales y religiosas, mismas que no son reflejo de una nación increpada y dividida si no por el contrario constituyen un ejercicio pleno de derechos, mismos sin los cuales sería imposible la coexistencia en sociedad.
México a 200 años de la constitución de Apatzingán sigue sufriendo flagelos de distinto tipo pero con las mismas causas, seria inocuo ignorarlo, la pobreza, la marginación, la falta de acceso de todos los sectores de la población a satisfacer sus necesidades básicas es evidente, la concentración del poder político, económico, fáctico en oligarquías es imperante, atropellos y atrocidades se comenten día con día.
El marco normativo de 1814 fue uno de los más avanzados de su época, mismo que ha tenido una evolución constante al igual que el derecho como ciencia viva, en mis años de estudiante de esta noble e insigne alma mater la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo he escuchado hasta el cansancio adulaciones al marco normativo nacional, aduciendo a su incorrecta aplicación las desavenencias y contraposiciones cotidianas que se reflejan en injusticias, sin embargo me niego a aceptar que es por incapacidad o dolo de los juzgadores, o representantes populares, magistrados o funcionarios públicos, pues el hacerlo implicaría el aceptar que no existe posibilidad de concretar los anhelos libertarios y de justicia de un pueblo, por el contrario se debe sostener la evolución y el desarrollo permanente y cotidiano de las instituciones forjadoras de la nación, siendo críticos en su actuar, participando en su conformación y correcto funcionamiento.
La patria y la nación mexicana se forjan día con día, con pequeñas acciones como la de mi padre incentivándome a conocer su historia, como la de mis profesores, forjando generaciones dispuestas a continuar la lucha de Morelos, Liceaga, José María Coz, Zárate, López Rayón Bustamante Agandar, Bermeo y todos los constituyentes.
Apatzingán y el estado de Michoacán deberán ser reconocidos en México y en el mundo no solo por el valor de sus ideas, por la tenacidad de sus hombres y mujeres, por la dignidad de su pueblo, por ser la cuna ideológica de la conformación del Estado mexicano, por su riqueza cultural y sus tradiciones que como en todo México coexisten.
El ejemplo de La Constitución no será letra muerta si rescatamos el sentido de la misma, sembrando con nuestro actuar raíces firmes para los años venideros que nos permitan emularlos en acción y pensamiento.
El espacio destinado a la memoria histórica de la nación para tan digna y visionaria Constitución emerge hoy 2 siglos después en un pueblo que se niega a dilapidar su legado, que resiste vientos de tempestad y que encontrará entre tan sinuoso camino la posibilidad se salir avante, para beneplácito propio como pilar insustituible de ese idílico y cálido sueño libertario al que llamamos México.