La vocacion por la escritura asoma timida y fragil, caliz de cristal fino destinado a quebrarse con la torpeza de las manos o a perderlo con el menor de los descuidos. Es escasa y selectiva y con su halo celestial puede parecer breve o perdurable, pero siempre apasionante.

Dichosos son los escogidos que sucumben a su encanto con precocidad y resignacion, renunciando a falsos llamados sin dejarse intimidar por la austeridad de la evocacion. Acompañados de soledades convertiran su aficion en oficio sin mas asistencia que el poder de la lectura, las ansias de conocimiento y un esfuerzo inagotable, sudado sobre un derroche de cuartillas emborronadas. Fieles a su vocacion y a fuerza de palabras desposaran a su musa para garantizar la trascendencia de su trabajo.

Los ingratos hemos derrochado decadas, profugos de una sentencia que amenaza consumarse a cada bandazo que nos da la vida. Poseedores de una aptitud mutilada de ejercicio y huerfana de creacion, dianvulamos por el mundo recolectando desaciertos y con la cabeza abarrotada de voces que se amotinan reclamando su derecho ha adquirir vida en tinta y papel.

Tarde pero seguro, llegara el momento para los renegados conjuradores de palabras en que a cambio de la cordura no tengan mas alternativa que enfrentar las consecuencias de pregonar las razones y en un atrevimiento colmado de temores abran las puertas a su coleccion de reclusos. Continuar restringiendo sus existencias al limitado espacio en el interior de nuestras cabezas puede provocar que comencemos a confundir sus voces con las nuestras y sus imagenes con la realidad.

Yo por mi parte, perturbado por estos argurios comenzare a exonerar, uno tras otro, a todos mis aparecidos para sacarlos del anonimato en que han sobrevivido por tanto tiempo. Asistire a sus natalicios con altisimo esmero y seguire de puño y letra sus preceptos sin perder gesto o palabra alguna. Entraran en el mundo tal como llegaron a mi, sin favoritismo o enmienda, con sus cuotas de dicha y desventura, sus dotes y limitaciones, que los acompañaran por todos sus dias y determinaran lo efimero de sus vidas.

John Mcholguin Febrero 21, 2011

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